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Entra, por la ventana lateral, una luz vespertina que alarga, paralelas, las sombras de los bronces, colección de obras pequeñas, que se disputan un espacio sobre la mesa de la sala-museo. Se me abren paso, desde casi el olvido, unos versos de mi adolescencia "¿Qué sería de las formas, si no existiera la luz? ¿Y de la luz qué sería si no la albergases tú?"

¿Qué sería del Arte -pienso- si en el mundo del Arte sólo existiese el artista y su obra? No son concebibles, por supuesto, obras sin artistas ni artistas sin obras. Pero, si el objeto último del artista es la expresión y transmisión de un sentimiento estético, ello no sería posible sin un espectador, como no lo sería una emisión de radio sin nadie que la escuchase. Y, siguiendo con el símil, tampoco podrían las ondas llegar al receptor sin un soporte que haga posible su propagación.

Este soporte, en la compleja cadena del mundo artístico, es un eslabón perdido, ingratamente olvidado. Pero sin el cual, el Arte habría quedado reducido a reductos testimoniales. Me estoy refiriendo a los coleccionistas. No hablo de los inversores en obras de arte, para los cuales éstas no son sino el medio para lograr un lucro económico, como podría serlo la compraventa de cualquier otro bien.

Aunque, incluso, ellos también aportan su grano de arena a la viabilidad de la creación artística. Pero ahora estoy pensando en los verdaderos amantes del Arte, los que subliman su pasión con la creación de un mundo de belleza artística que les envuelve y es, muchas veces, su verdadero objetivo vital.

Entre éstos hay, además, quienes gustan de compartir este mundo, abriendo sus tesoros al disfrute de otros a los que sólo exigen que tengan el don de apreciar la belleza artística. Son los verdaderos mecenas actuales, en la concepción más amplia y altruista del término.

Es el caso de la familia formada por Francisco Fuentes, su esposa Joaquina Vicente y la joven hija de ambos, Ana. Sin más apoyo que su fuerza de voluntad y su decisión, han creado, recientemente, la Fundación Fuentes Vicente. Más de seiscientas obras, tanto escultóricas como pictóricas, forman el fondo de arte de la Fundación, al que sirve de marco excepcional un edificio emblemático del patrimonio artístico murciano, propiedad de la familia: el Palacete de la Seda.

Los orígenes del edificio parecen remontarse a 1695, fecha de la que existen referencias arquitectónicas. Un mallorquín, afincado en Murcia, amplió la primitiva casa-torre huertana y la transformó en un palacete que pasaría luego a manos de un sobrino, de apellido Roca. A su muerte, sus descendientes lo alquilaron a D. José Llombard, quién estableció en él, a finales del siglo XIX, una fábrica de seda, de dónde le viene el nombre. Esta actividad perduró hasta los años sesenta del pasado siglo, cayendo después de un degradante abandono del que le rescató, en 1985, Paco Fuentes. Hoy día, y tras la restauración arquitectónica que éste dirigió personalmente, el edificio forma un complejo arquitectónico en el que el fondo escultórico y pictórico coexiste con la explotación de uno de los más acreditados restaurantes de la zona. La calidad del trabajo de restauración arquitectónica fue tal que mereció, en 2004, el Homenaje anual por la Defensa y Conservación del Patrimonio, concedido por la Asociación Patrimonio Siglo XXI.

En su interior, una impresionante colección de más de 100 obras en bronce, barro, madera y escayola de Antonio Campillo rivaliza con lo más representativo de la obra de José Carrillero; con obra escogida de González Moreno, de Hernández Cano, de José Planes, de José Molera, de Pepe Toledo; con los impresionantes torsos de Elisa Séiquer. Es, sin duda, la mejor colección de escultura murciana contemporánea existente en la actualidad, tanto en el ámbito privado como en el público.

En la parte pictórica, destacan un "Retrato de D. José Macaya" de Mariano Fortuny, junto con diez retratos femeninos de José María Alarcón, diversas pinturas religiosas del siglo XVII, una tabla flamenca del XVI, más de doscientos dibujos, óleos, pirograbados y collages de José Párraga, así como dos lienzos barrocos que presiden la capilla.

Pero es en el "Salón Rojo" donde se compendia la esencia del Fondo: varias piezas de Salzillo (un delicado San Isidro, una Virgen Inmaculada y una Santa Teresa), junto a varias piezas de la imaginería castellana del siglo XVII, una del gótico catalán del XV-XVI, una talla romántica de los siglos XI ó XII, están conjuntadas, en una amalgama armónicamente barroca, con lámparas, mobiliario, alfombras y diversas piezas de colección de los siglos XVIII al XX.

Aunque el concepto escolástico de Arte se le hace pequeño a Paco Fuentes. Por ello, la Fundación amplía su campo, abarcando cualquier manifestación cultural, artística y de investigación. Un capítulo especial, como no podría ser menos, dada la categoría internacional del promotor en los campos de la gastronomía y de la enología, es el del Arte gastronómico.

Así, la Fundación Fuentes Vicente está desplegando un excepcional programa de actividades, con base en su sede del Palacete de la Seda, y en la que se dan cita, con una concepción sinérgica, eventos gastronómicos, musicales, literarios, exposiciones temporales, etc. Con un loable espíritu de integración de la juventud, la fundación ha establecido convenios de colaboración con la Universidad de Murcia y con distintas instituciones públicas y privadas de ámbito nacional.

¿Cuántas horas, cuantos esfuerzos, están encerrados en esta Fundación? Paco Fuentes calla, a mi pregunta. El es hombre de acción, pero en silencio.

En silencio, con su Fundación, está, sin duda, haciendo más por la Cultura de este país que muchos que alardean de hacerlo, artistas incluídos. En silencio... pero...

"Qué sería del sonido si no existiese el silencio"...

José A. Santos
Sublim Magazine
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